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13 abril 2007

Esas putas casualidades

Hace un tiempo mi mujer levantó el teléfono para hacer una llamada.
Del otro lado de la línea había una voz que le preguntó quién era y qué quería. Ella, intuyendo que podía estar cruzada la comunicación, cortó.
Después volvió a levantar el teléfono y el tipo seguía ahí.
Me pidió que probara yo:
—¿Hola? —dije.
—Corten, culiado —contestó una tonada cordobesa del otro lado.
—Me parece que está ligado —aventuré yo.
—¿Obliiigado?
—No, no. Li-ga-do —expliqué.
—¡Cooortá, culiado! —me gritó.
—¿Por qué insultás, pelotudo? —le respondí—, a mí me pasa igual, que levanto el teléfono y en lugar del tono estás vos.
—Bueno, bueno, hacé una cosa —me sugirió el puteador—; cortá vos y corto yo y listo.
—Dale —dije. Y corté.
Esperé unos segundos y volví a levantar.
—Noooo, la conchetumadre —dijo la voz del otro lado.
—Dejá de insultar, boludo —le pedí—, probemos de nuevo.
Cortamos los dos.
Volví a levantar el teléfono:
—¡Noooo, dejenmé hablaaá, culiadooo! —vociferó.
—Mirá —le propuse—, como este teléfono es inalámbrico, voy a probar desenchufándolo.
—El mío también e inalámbrico —dijo él—; ¿cómo e el tuio?
—Blanco —respondí.
—Nooo, ooortiva, qué marca é.
—¿Será por la marca? —reflexioné en voz alta.
—¿Quésió? ¡Cooortá, culiaaadooo! —me interrumpió.
Corté y desenchufé el aparato.
Cuando reestablecí la comunicación, el tipo ya no estaba.

***

Más atrás en el tiempo, un sábado por la mañana sonó el teléfono en el depto donde vivía.
Me había acostado tarde, así que estaba estúpido del sueño. Atendí:
—¿…ñlá?
—¿José? —preguntó una voz simpaticona y con zumbido de larga distancia.
Aclaré mi garganta y dije que sí.
—¡Qué suerte encontrarte! —dijo el señor del otro lado del tubo.
—See… ¿Quién habla a todo esto? —pregunté.
—Vaaamoooss, que ya no te acordás de tus amigos vos.
—Jeje —dije con simpatía.
—¡Carlos! —me contestó con una alegría que casi resultaba contagiosa.
Todavía no había asomado la cabeza de entre las sábanas, así que rebusqué en mi mente con velocidad para terminar con la charla y volver a dormirme, pero no había nadie que respondiera a ese nombre y que estuviera viviendo en otro lado (probablemente fuera de Argentina).
—¿Qué Carlos? —consulté.
Temía que me respondiera “el de los calzoncillos cortos y los huevos largos”. La gente que te despierta a veces encuentra simpático verduguearte con chistes muy pelotudos.
—Carlos Fontana —dijo dudando.
—Che, Carlos, yo no conozco a ningún Carlos Fontana —le expliqué.
—¿Pero vos no sos José Fuensalida? —me preguntó.
—No, soy José Playo.
—Ah… —dijo. Y después hizo silencio y se escuchó claramente los beeps del pulso a larga distancia.
—Qué casualidad —reflexionó.
—Sí —adherí.
—Bueno, te corto porque me va a salir muy caro.
—Listo. Chau.



Este texto y otras cosas por el estilo se pueden encontrar en: Peinate que viene gente

2 Comments:

At 4/14/2007 12:16 p. m., Blogger José said...

Muchas gracias, Chuno.

Abrazo,

José.

 
At 4/16/2007 9:42 a. m., Blogger El Chuno said...

X nada, es un placer, ademas me ahorro de pensar!!!

Saludos!

 

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